“RAZONES PARA LA FE”
CHESTERTON
Nueve de cada diez ideas que llamamos nuevas son simplemente viejos errores. La Iglesia católica tiene por una de sus principales obligaciones la de prevenir a la gente de cometer esos viejos errores, de cometerlos una y otra vez, como hace la gente en todo momento si se la deja a su suerte. La verdad sobre la actitud católica hacia la herejía quizá se pueda expresar de la mejor manera por medio de la metáfora de un mapa. La Iglesia católica porta algo parecido a un mapa de la mente que se asemeja al mapa del laberinto, pero en realidad es una guía del mismo. Ha sido compilado a partir de un conocimiento que, aunque se ha considerado un conocimiento humano, no tiene ningún igual humano. Su experiencia abarca prácticamente todas las experiencias. El resultado es un mapa en el cual se hallan señaladas con claridad todas las calles cortadas y las carreteras en mal estado, todas las vías que la mejor de todas las pruebas ha demostrado que son inútiles : la prueba de aquellos que las han recorrido.
En este mapa de la mente los errores se señalan como excepciones. La mayor parte de él consiste en patios de recreo y felices cotos de caza, donde la mente puede disponer de tanta libertad como desee, por no hablar de la cantidad de campos de batalla intelectuales en los que la lucha se encuentra abierta y sin decidir. Pero éste carga sin duda con la responsabilidad de señalar que ciertos caminos no llevan a ninguna parte o llevan a la destrucción, a un muro liso o a un precipicio escarpado.
Por estos medios evita que los hombres pierdan el tiempo, o sus vidas, por sendas que ya se han descubierto que son fútiles o desastrosas en el pasado, pero que, de otro modo, podrían atrapar a los viajeros una y otra vez en el futuro. La Iglesia se hace responsable de avisar a su gente contra éstas ; y de éstas depende el verdadero tema. Defiende a la humanidad de forma dogmática de sus peores enemigos, esos monstruos devoradores, vetustos y terribles de los viejos errores. Todas estas falsas cuestiones parecen novedosas. Su primer enunciado siempre suena inofensivo y plausible. Suena inofensivo decir, como ha dicho la mayoría de la gente moderna : “Los actos son malos sólo si son malos para la sociedad”. Llévese esto a cabo y, más tarde o más temprano se obtendrá la crueldad de una colmena o de una ciudad pagana que establezca la esclavitud como medio de producción más barato, que torture a los esclavos en busca de pruebas porque el individuo no significa nada para el Estado, que declare que un hombre inocente debe morir por el pueblo, como hicieron los asesinos de Cristo.
Suena bastante piadoso decir : “Nuestro conflicto moral debería finalizar con una victoria de lo espiritual sobre lo material”. Llévese a cabo, y se puede acabar en la locura de los maniqueos, que dirán que un suicidio es bueno porque es un sacrificio, que una perversión sexual es buena porque no genera vida, que el diablo creó el sol y la luna porque son materiales. Entonces se podrá empezar a preguntar por qué el catolicismo insiste en que hay espíritus malvados igual que buenos, y que lo material también puede ser sagrado, como en la Encarnación o en la Misa, en el sacramento del matrimonio o la resurrección del cuerpo. La Iglesia no se encuentra simplemente armada contra la herejía del pasado, o incluso del presente, sino de igual forma en contra de las del futuro.
El hombre que tiene fe ha de estar preparado, no sólo a ser un mártir, sino a ser un loco.
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