martes, 23 de diciembre de 2014

sábado, 20 de diciembre de 2014

BOMBAS DE TIEMPO LITÚRGICAS : ANÁLISIS EN ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS

Roger-Thomas Calmel, O.P. : El Canon Romano


"Nosotros rezamos la nueva misa con piedad", le respondían buenos sacerdotes a las advertencias del autor sobre los peligros de la reforma del Canon y su traducción a lengua vernácula. A lo que Calmel les retrucaba: ¿y piensan Uds. que todos los sacerdotes y obispos de mundo serán tan seguros, piadosos y reflexivos como para evitar los peligros de desviación? El tiempo, lamentablemente, hizo de este liturgista dominico un profeta.
Roger-Thomas Calmel, O.P.
El Canon Romano
Prólogo de Jean Madirán
Editorial ICTION
Buenos Aires, 1983, 192 págs.
Habiendo leído en mi juventud este libro, no comprendí completamente su importancia, Hoy, orillando los 50 años y con más de treinta en la defensa de la Misa Tridentina sobre mis hombros lo aprecio en toda su valor y profética anticipación. ¡Qué sabios eran esos viejos buenos sacerdotes, más allá de su erudición, cuando nos advertían sobre el peligro de los "cambios" en aquellas cosas que nos vienen de Dios.
Ha dicho recientemente el Card. Arinze, en su intervención de las jornadas celebratorias del cincuentenario del Insitute Supérieur de Liturgie de Paris:
"La Sagrada Liturgia no es algo inventado..."
"Muchos de los abusos in el campo litúrgico no son producto no de la voluntad, sino de la ignorancia..."
"Que un sacerdote trate de compartir con los fieles laicos el rol que ejerce en la liturgia en virtud de su carácter sacerdotal [ministerial], el cual está estrictamente reservado a él, es una evidencia de falsa humildad y de una concepción inadmisible de la democracia o de la fraternidad..."
"Si uno debilita el papel del sacerdote o falla al justipreciarlo, la comunidad católica puede caer peligrosamente en la idea de que es posible concebir una comunidad sin sacerdotes..." (Alocución del 26 de octubre de 2006).
Esto en octubre de 2006. El libro del P. Calmel que comentamos es una recopilación de ensayos publicados en la revista Itineraires entre 1968 y 1975. Allí señala el autor que tanto la falsa traducción del Canon Romano como su versión "recortada" (segunda plegaria eucarística) y también las otras dos novedosas, aprobadas por el misal reformado de 1969, eran (usemos la expresión de Michael Davies) bombas de tiempo litúrgicas. Solo podrían ir en un sentido centrífugo de la fe, hacia infinitas formas de abuso y herejía.
La Misa Nueva no es inválida, dice Calmel, pero tiene en sí los virus que la invalidarán en el futuro en la mayor parte de sus versiones. Solo los sacerdotes piadosos, firmemente adheridos a Canon Romano, sobre todo en latín, pero aún en lengua vernácula guardarán celosamente su validez. Y pagarán por ello un duro precio: la persecución de sus hermanos en el sacerdocio y de sus pastores. Y ¡atención! hablamos solo de la "validez" que no se la cumbre del acto litúrgico, sino su presupuesto mínimo. No olvidemos que -como repite con incansable piedad el Canon Romano- es necesario que esta oblación sea grata y acepta a Dios, puesto que es ofrecida por hombres pecadores, como el sacrificio de Abel, el de Abraham o de Melquisedec.
Muchos de los sacerdotes y fieles que leen estas líneas saben que lo antedicho es verdad, una dolorosa verdad hoy.
El padre Calmel proponía, pues, mantener el Canon Romano intacto. ¡Tocar el Canon Romano!, algo inconcebible apenas unos años atrás para la mayoría del clero y de los fieles, aunque ¡ay! ya ignorantes, como ha dicho el Card. Arinze. Pero la idea de introducir novedades era vieja y trabajada eficazmente por una elite de subversivos liturgistas y teólogos "nuevos". Y recibida por buenos sacerdotes "ignorantes".
Así lo atestigua León Bloy ya en 1904, año de la elección de San Pío X. "Conozco a un sacerdote verdaderamente piadoso al que quiero y que me confunde hasta la desazón. Hay en él una necesidad de contradicción, sobre todo en materia de exégesis e incluso de liturgia, que me paraliza. Me hablaba hoy del Papa, y suprimía nombres de santos reconocidos o supuestamente apócrifos, aunque venerados por toda la Iglesia desde siempre. La idea de que el Canon de la Misa pudiera ser retocado no lo turba. Por mi parte yo veo en ello la semilla de la desesperación".
De toda presunción y desesperación, ¡líbranos Señor!
"Si alguno dijera que el Canon de la Misa contiene errores y que, por lo tanto, debe ser abrogado, sea anatema", dice el Concilio de Trento, añadiendo sobre el particular "Y puesto que conviene que las cosas santas sean administradas santamente, y siendo este sacrificio el más santo de todos, la Iglesia Católica, a fin de que digna y reverentemente fuera ofrecido y recibido, instituyó hace muchos siglos el sagrado Canonde modo tan puro de todo error que nada se contiene en él que no respire en grado eminente cierta santidad y piedad y que no levante a Dios las mentes de los que lo ofrecen".
Y para sustentar la afirmación de Arinze respecto a que "la liturgia no se inventa..." dice el concilio tridentino a renglón seguido: "Consta él [Canon] en efecto, ya de las palabras mismas del Señor, ya de tradiciones de los apóstoles, y también de piadosas instituciones de los pontífices". (Sesión XXII; Dz 942).
Pero su rigurosa estabilidad conduce a la rutina en el celebrante...objetaban los novadores litúrgicos. Y el hecho de que se diga en voz baja no permite a los fieles participar del sagrado misterio...
Bien pues, ahora hay de todo menos "rutina". Y el canon, si es que algo queda de él, se grita, canta, recita o lo que Uds. quieran. Si los fieles no lo oyen es porque están hablando, fumando o aplaudiendo, o las guitarras atruenan... Hasta aquí llegamos, como previó Calmel y tantos otros...
Un anticipo del libro, sus primeros dos capítulos, porque se pinta solo.
I
Numerosos sacerdotes que ya se habían puesto a decir en voz bien alta el canon romano, en una traducción sistemáticamente errónea, se han puesto de ahí en adelante a recitar otros cánones a la buena de Dios y según su fantasía: tres Cánones más; ¿Por qué no diez, quince u ochenta? Me pregunto yo. ¿Estarían obligados a obedecer a alguna prescripción legítima? De ningún modo. No existe en la materia ninguna obligación. ¿Se favorecería así la devoción del celebrante? Antes de responder, espero tener pruebas.
El “Pueblo de Dios”, según la expresión que hace furor por un momento, ¿tenía acaso tanta necesidad de oír gritar el Canon, y en lengua vulgar, y en cuatro formularios intercambiables? El Pueblo de Dios no aspiraba a nada de eso. Que se haga más bien el recuento de los fieles que, a la muerte de Pío XII, hace pues apenas diez años, habían pedido el Canon en francés, en voz alta y según cuatro formularios diferentes. El recuento se acabará pronto. Hay que convenir honestamente que hace diez años los fieles no deseaban estos cambios, ni siquiera los presentían.
Pero su confianza y su docilidad se vieron sorprendidas por sacerdotes inquietos, situados o disimulados en puestos importantes, sacerdotes enfermos de subversión, generalmente desprovistos de responsabilidad pastoral directa, echados a perder por el espíritu de sistema o gangrenados por el neo-modernismo.
II
Antes de proseguir, podría demostrar largamente que el Canon Romano “traducido” es en realidad un canon falsificado. Si por ejemplo se sigue suplicando al Padre, ese Padre ya no es más clementísimo, sino sólo infinitamente bueno; ya no se recuerda que Él manifiesta su bondad infinita por el don supremo de su clemencia y de su misericordia: la inmolación por nosotros de su propio Hijo. Ese padre ya no tiene que ser apaciguado por el sacrificio de Nuestro Señor: basta con que acepte nuestra ofrenda con benevolencia. Ya no se le pide que considere con una mirada favorable una hostia de propiciación, sin mancha e inmaculada, sino solamente que mire nuestra ofrenda con amor. Como era de temer, silencio absoluto sobre la eternidad de la condenación. Sin duda, todavía se reza por los difuntos, pero sin recurrir a la indulgencia del Padre, así como sin hacer alusión al refrigerio del paraíso después de las llamas del purgatorio. La devoción, expresada formalmente en el texto latino, es cambiada en simple apego, con el fin de velar lo más posible la trascendencia al Creador y nuestra condición de criaturas. Para terminar con ésta enumeración, que está lejos de ser exhaustiva, de los arreglos y trampas ante los cuales no han retrocedido unos innovadores sin escrúpulos ni piedad, señalemos ésta omisión insolente, odiosa, en el relato de la institución que enmarca las palabras consagratorias: El término venerable ya no es empleado para calificar las manos de nuestro Salvador. Esas manos Divinas que antes de ser clavadas en la Cruz, partieron para todos los redimidos el pan eucarístico y nos presentaron para siempre el cáliz de la salvación, ya no se dirá más de ellas que son manos infinitamente dignas de veneración.
Pero ¿para qué insistir? Es por un verdadero abuso de confianza que los traductores se permiten llamar Canon Romano a un formulario de su cosecha, que no es ni una traducción, ni siquiera una paráfrasis; es un formulario diferente que, sin hacer inválida la Misa, ha sido sin embargo exactamente combinado para no atraer la atención sobre la esencia de la Misa:Sacrificio de propiciación por nuestros pecados; sacrificio idéntico al de la cruz(siendo sólo diferente el modo) y por lo tanto sacrificio satisfactorio y que no es alabanza perfecta sino porque es primero satisfacción infinita; en fin, sacrificio que debe ser ofrecido con toda la veneración, devoción y humildad de que es capaz una Iglesia santa pero compuesta de pecadores siempre frágiles, siempre expuestos a perderse.En el Canon falsificado es visible que se ha tenido cuidado de no despertar en el corazón del sacerdote o del fiel ya sea sentimientos de Fe, en lo que es constitutivo de la Misa:sacrificio de propiciación con el mismo título que el de la cruz, no difiriendo de éste sino en la manera de ofrecerlo.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

¿ PUEDE UN SIMPLE FIEL ATACAR EL ERROR ?

¿Puede un simple fiel atacar el error?

“Quienes conocen la verdad deben hacerse un deber definirla claramente cuando sus enemigos la deforman hábilmente. Deben tener el coraje de defenderla”. (Pío XII, 26 de agosto de 1947).


[Mater Inmaculata] Para definir la verdad o para defenderla “sin duda la tranquila exposición de la verdad es, en sí, preferible; nuestros ilustres predecesores lo han declarado a menudo. Sin embargo, la necesidad de los tiempos los precipita a ellos mismos, a menudo, a la controversia. Cuando se leen sus obras, se reconoce que la polémica figura en la mayor parte” (Cardenal Pie).
La polémica no es pues el único medio de proclamar y defender la verdad. Pero es un medio lícito, legítimo y eficaz. Numerosos Padres de la Iglesia, numerosos Santos se han servido de ella… Aún el docto y tranquilo santo Tomás de Aquino, y el dulce san Bernardo.
Sin duda, puede haber un abuso de la polémica. Pero el desprecio de toda polémica es una manifestación de liberalismo práctico inconsciente. Y el buen sentido está de acuerdo con san Francisco de Sales que escribía: “Los enemigos declarados de Dios y de la Iglesia deben ser atacados y censurados con toda la fuerza posible. La caridad obliga a gritar al lobo cuando un lobo se ha deslizado al medio del rebaño y aún en cualquier lugar que se lo encuentre”.
¿Para atacar al error es necesario haber recibido un mandato de la autoridad eclesiástica?
Absolutamente no. Para qué serviría la regla de la fe y de las costumbres, si en cada caso particular el simple fiel no pudiera hacer inmediatamente la aplicación?” (Don Sardá). Por el bautismo y la confirmación que ha recibido, el simple fiel tiene el deber de defender su fe y de esforzarse para hacerla conocer a los otros. “El simple fiel puede así desconfiar, a primera vista, de una doctrina nueva que le es presentada, en la medida en que la vea en desacuerdo con otra doctrina definida” (Sardá).
¿Para atacar el error es necesario que la Iglesia ya se haya pronunciado?

Cardenal Pie
Sin duda sólo la Iglesia posee el supremo magisterio doctrinal de hecho y de derecho; su soberana autoridad se personifica en el Papa, y ella es la única que puede definitivamente y sin apelación, calificar abstractivamente las doctrinas y declarar que están concretamente contenidas en tal o cual libro, o profesadas por tal o cual persona. Pero al simple fiel le es perfectamente lícito tener a tal doctrina ante sí como perversa, señalarla como tal a los otros para su gobierno, dar el grito de alarma y tirar los primeros golpes. El fiel laico puede hacer todo esto, lo ha hecho siempre con los aplausos de la Iglesia” (Sardá).
¿Conviene, combatiendo el error, combatir y desacreditar a la persona que lo sostiene?
Sí, muy a menudo conviene y no solamente conviene, sino todavía es indispensable y meritorio ante Dios y ante la sociedad, que sea así” (Sardá). En efecto, las ideas no podrían, reducidas a ellas solas, producir todo el mal del cual sufre la sociedad. “Ellas son parecidas a las flechas y a las balas que no causarían heridas a nadie, si no se las lanzara con el arco o el fusil; es pues al arquero o al fusilero que se debe tomar sobre todo. (id.).
Los Padres suministran la prueba de esta tesis. Las obras de san Agustín, por ejemplo, llevan casi todas como título el nombre del autor de la herejía que combaten: Contra Fortunatum, Contra Felicem… etc…
¿Es pues lícito, en ciertos casos, revelar en público las infamias de aquél que sostiene o propaga el error?
¡Perfectamente! “¿Es permitido –se  le preguntaba un día a san Francisco de Sales- hablar mal de un hereje que difunde malas doctrinas?” “Sí –respondió él- tú puedes a condición de atenerte a la exacta verdad, con lo que tú sabes de su mala conducta, presentando lo que es dudoso como dudoso, y según el grado más o menos grande de duda que tengas al respecto”.
Es pues permitido revelar sus defectos, ridiculizar sus hábitos, y aún… ¡burlarse de él! “Los señores liberales querrían sobre todo ser siempre tomados muy en serio, estimados, reverenciados, adulados y tratados como personajes importantes. Se resignarían muy bien a que se los refute, mas a condición de que sea con el sombrero quitado… De allí vienen sus quejas, cuando a veces se los satiriza, es decir cuando se hacen burlas de ellos… Cualquiera comprenderá que hacer reír honestamente a expensas del vicio y del hombre vicioso es una cosa muy buena en sí” (Artículo de la Civilta Cattolica)
Los grandes doctores recomiendan sin duda la mesura, la indulgencia, la moderación. Lo que no impide que, sin contradecir sus propios principios, ellos mismos emplean, en todo instante, el arma de la indignación, algunas veces la del ridículo, con una vivacidad y una libertad de lenguaje que asustaría nuestra delicadeza moderna” (Cardenal Pie).
Combatir así a un hereje, vaya y pase… ¿Pero combatir a un católico… aún un amigo?
¡Pero un católico liberal es un hereje! La Iglesia ha condenado numerosas veces el liberalismo, y aún el liberalismo católico. ¡Pío IX lo declara más terrible que la Revolución, más terrible que la Comuna! “Cuando tantas veces hemos censurado a los sectarios de estas opiniones liberales, no teníamos en vista a los enemigos declarados de la Iglesia… sino a aquéllos de los que acabamos de hablar: católicos que son por otra parte honestos y piadosos, y que, por la influencia que les dan su religiosidad y su piedad, pueden muy fácilmente captar los espíritus e inducirlos a profesar máximas muy perniciosas” (Pío IX).
¡Además no olvidéis que no es necesario que la autoridad eclesiástica se haya pronunciado para que el simple fiel sirva de perro guardián y ladre!
¿Puede ser, en efecto, que se trate de un amigo? Pero si mi amigo farmacéutico vende droga, ¿debo callarme, en nombre de la amistad? Para el buen sentido, la respuesta no es dudosa.
Hablar mal del prójimo… ¿no es contrario a la caridad?

R. P. Don Félix Sardá y Salvany
¡Cuando son atacados, los liberales no cesan de reclamar la caridad! “La caridad que ellos querrían de nosotros, sería la de alabarlos, admirarlos, apoyarlos, o por lo menos dejarlos actuar a su gusto. Nosotros, por el contrario no queremos más que hacer la caridad de interpelarlos, reprenderlos, excitarlos por mil medios a salir de su mal camino. Cuando dicen una mentira… querrían vernos ocultar sus pequeños pecados veniales— Cuando se les escapa alguna distracción gramatical… nos ruegan que cerremos los ojos… ¡Que dejen de quejarse de nuestra falta de caridad!” (La Civilta Cattolica).
Se puede amar al prójimo, bien y mucho, desagradándole, contrariándolo, causándole un perjuicio material, y aún en ciertas ocasiones privándolo de la vida” (Sardá).
La caridad, en efecto, implica ante todo, el amor de Dios y de la verdadella no teme pues extraer la espada de su vaina por el interés de la causa divina, sabiendo que más de un enemigo no puede ser reencauzado o curado mas que por golpes audaces e incisiones salutíferas” (Cardenal Pie).
Edulcorar la verdad para evitar provocar pena a tal o cual no es practicar la caridad: es traicionarla” (Mons. Rupp).
Si los liberales reclaman tanto la caridad, ¡es que no aman la verdad! “Nuestro tiempo no ama la verdad… y en el pequeño número de quienes aman la verdad, muchos, por no decir demasiados, no aman para nada a los que van en vanguardia para defenderla. Se los encuentra indiscretos, molestos, inoportunos” (Louis Veuillot) Esto es lo que decía también el papa Gregorio VII: “Si es que algunos, por amor a la ley cristiana, osan resistir en cara a los impíos, no solamente no encuentran apoyo en sus hermanos, sino que se los tacha de imprudentes, de indiscretos, se los trata de locos”.
La intolerancia al respecto de los defensores de los principios, es, con la tolerancia hacia los patrones del error, uno de los síntomas más característicos del contagio liberal” (R. P. Ramière).
¿No existe sin embargo el deber de respetar a las personas?
El principio moderno y revolucionario de la respetabilidad de las personas en toda hipótesis, de la tolerancia a ultranza respecto a las personas es una gran herejía social que ha hecho mucho mal y lo hará todavía más a medida que esta idea se vaya vulgarizando en el futuro, a saber que la persona humana es siempre amable, siempre sagrada, siempre digna de respeto, cualesquiera que sean los errores teóricos o prácticos que lleva con ella a través del mundo.” (Amí du clergé)
Si soportar las injurias que nos alcanzan personalmente (y respetar a las personas que las profieren) es un acto virtuoso, soportar las que atañen a Dios es el colmo de la impiedad” (Santo Tomás de Aquino)
¿Ninguna colaboración es pues posible con los liberales?
Las Asociaciones Católicas deberán tener principalmente cuidado de excluir de su seno, no solamente a todos los que profesan abiertamente las máximas del liberalismo, sino todavía a los que se forjan la ilusión de creer posible la conciliación del liberalismo con el catolicismo, y son conocidos bajo el nombre de católicos liberales” (La Civilta Cattolica).
¿Mas por qué ejercer la polémica sobre todo contra el liberalismo?
Sin duda el liberalismo no es el único error que amenaza llevar la ruina a la fe, aún cuando se debe incluir bajo este vocablo el naturalismo, el racionalismo y el laicismo.
Pero el liberalismo es particularmente peligroso porque un cierto liberalismo se pretende católico. Un cristiano de buena fe comprenderá bastante fácilmente que no puede ser masón o comunista: las condenas de la Iglesia son muy claras. Pero muy fácilmente, por el contrario, podrá dejarse contaminar más o menos por las ideas liberales. “El liberalismo es menos una doctrina coherente, un sistema formulado, que una enfermedad del espíritu, una perversión del sentimiento…”  (Padre Rosussel). ¡Y esto es lo que lo hace particularmente peligroso!
Combatir jamás es agradable… sobre todo combatir a los amigos. Y sin embargo, “es necesario combatir el error aún en los cristianos, pues ellos tienen menos derechos que otros, si es posible, a profesarlo. ¡Amad a vuestros adversarios, rogad por ellos, pero no les hagáis cumplimientos1! ¡Puáh! No busquéis agradar a algunos. Buscad agradar a Dios” (Santo Cura de Ars).
Sí, cuidémonos –como decía Louis Veuillot de que “el temor de dejar de ser amables termine por quitarnos todo coraje de ser verdaderos”.
Seguramente muchos os acusarán de imprudencia y dirán que vuestra empresa es inoportuna… Una lucha de este género no podrá más que atraeros censuras, desprecio, querellas odiosas; pero Aquél que da la verdad a la tierra no ha predicho otra cosa a Sus discípulos, sino que serían odiosos a todos a causa de Su Nombre” (Pío IX, dic. De 1876).
Combatamos pues sin descanso, aún sin esperanza de ganar la batalla. ¡Qué importa el éxito!” (Santa Teresita del Niño Jesús).
Santa Catalina de Siena
¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido! (Santa Catalina de Siena)

León XIII, Papa.
“Retirarse ante el enemigo o callar cuando por todas partes se levanta un incesante clamoreo para oprimir la verdad, es actitud propia o de hombres cobardes o de hombres inseguros de la verdad que profesan. La cobardía y la duda son contrarias a la salvación del individuo y a la seguridad del Bien Común, y provechosas únicamente para los enemigos del cristianismo, porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos. El cristiano ha nacido para la lucha”. (León XIII, Papa.)
San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia
“Si por causa de la verdad hay escándalo, es preferible que haya escándalo a que sufra la verdad” (San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia)


Dom Prosper Guéranger“Cuando el pastor se muda en lobo, toca desde luego al rebaño el defenderse. Por regla, la doctrina desciende de los obispos al pueblo fiel y los súbditos no deben juzgar a sus jefes en su fe. Mas hay en el tesoro de la revelación ciertos puntos esenciales de los que, todo cristiano, por el hecho mismo de llevar tal título, tiene el conocimiento necesario y la obligación de guardarlos. El principio no cambia, ya se trate de ciencia o de conducta, de moral o de dogma. Traiciones semejantes a la de Nestorio, son raras en la Iglesia; pero puede suceder que los pastores permanezcan en silencio, por tal o tal causa, en ciertas circunstancias en que la religión se vería comprometida. Los verdaderos fieles son aquellos hombres que, en tales ocasiones, sacan de su solo bautismo, la inspiración de una línea de conducta; no los pusilánimes que bajo pretexto engañoso de sumisión a los poderes establecidos, esperan, para correr contra el enemigo u oponerse a sus proyectos, un programa que no es necesario y que no se les debe dar”. (Dom Prosper Guéranger)

Mons. Juan Straubinger
“No he tenido escondida tu justicia en mi corazón, publiqué tu verdad y la salvación que de Ti viene; no oculté a la muchedumbre tu misericordia y tu fidelidad”. Salmo 39,11(Mons. Juan Straubinger)

Padre Castellani
“Sólo en la verdad se puede fundamentar una verdadera grandeza; sólo diciéndola se puede caminar a ella. Hoy día estamos tan sumergidos en mentiras que el amor a la verdad representa una especie de martirio, y conduce al martirio real cuando se vuelve verdadera pasión; y la verdad se vuelve pasión en todos aquellos que se abren al espíritu de Dios” (Padre Castellani